Aquella figura no tenía nada que ver con el dios mitad elefante-mitad humano con el que los hindúes protegen sus casas.
Estaba tallada en sándalo, y al frotarla contra la ropa desprendía un dulce aroma. Me dijo, quizás con la intención de venderme aquella estatuilla, que era un avatar para atraer el dinero, la riqueza y la prosperidad. Mmm…
Nunca he creído en los amuletos de la suerte y el dinero, pero por el paseo en moto y su hospitalidad, le compré aquel pequeño recuerdo.
Una semana después, tras un largo regreso de 22 horas de avión, llegamos a casa, colocamos la estatuilla en la entrada, y seguimos con nuestras vidas.
No imaginábamos lo que iba a pasar.
A partir de aquel mes, todo comenzó a cambiar. Nuestras vidas comenzaron a experimentar cambios a nivel personal, laboral y económico.
Hace unos días, hice una lámina en acuarela de la figura que tenemos en la entrada de casa. Este es el resultado. |